McGinnis WR. Mercurio y Enfermedad Intestinal en el Autismo
Perspectivas de Salud Ambiental 109(7): A303-304 (2001)

Nos sentimos desafiados a considerar el posible papel que juegan las toxinas ambientales en el autismo y otras trastornos conductuales de la infancia (1), y la investigación creativa en esta área está claramente justificada (2). Quizás se le deba dedicar un escrutinio particular al mercurio con relación al autismo. Muchos signos y síntomas de una exposición al mercurio se corresponden con los del autismo (3) y de la llamada “Pink Disease” (Enfermedad Rosa) producida por los polvos usados para aliviar las molestias de la dentición fabricados con mercurio inorgánico presentan una fuerte similitud en términos conductuales.

            La enfermedad intestinal con inflamación se está haciendo cada vez más evidente en el autismo. La enterocolitis y la hiperplasia linfonodular se encuentran en casi el noventa y nueve por ciento de los niños autistas con regresiones (4). Los cambios inflamatorios generalizados con la deficiente actividad enzimática en la digestión intestinal (5), permeabilidad intestinal anormal (6) y mala absorción (7)  son reportados  en varios de los subgrupos del autismo. Sería lógico considerar a las toxinas conocidas de causar daño intestinal cuando buscamos las causas del autismo.

            Los compuestos mercuriales inorgánicos son notorios por causar daño intestinal en humanos. En animales, la exposición nanomolar baja crónica daña a la mucosa intestinal (8) y una exposición micromolar de treinta minutos causa  deterioro en el colon (9).  La formación de anticuerpos al intestino son el resultado de una exposición crónica al mercurio inorgánico (10).

            Aunque el pasaje sistémico puede ser deficiente, el mercurio inorgánico disfruta de ser vorazmente atrapado tanto por el intestino grueso como el delgado (11). Se sabe que las formas orgánicas y en vapor transitan rápidamente las membranas  y se distribuyen en todo el cuerpo, pero su excreción es principalmente fecal e inorgánico hasta un grado significativo, lo cual puede afectar a todo lo que se aloja en el intestino.

            La excreción biliar del mercurio, predominante en adultos, no es alcanzada por los animales que están siendo amamantados y pueda que no exista en los infantes (12). El ligamiento del ducto biliar de los animales adultos resulta en un movimiento retrógrado del mercurio sistémico hacia las heces, haciendo énfasis en un rol excretor para el intestino (13). Se puede esperar que la excreción biliar deficiente en infantes aumente la exposición intestinal al mercurio. En los animales amamantados, dos tercios del mercurio inorgánico ingerido se puede recuperar a los seis días del tejido intestinal, particularmente en el íleon (14).

            Existen niveles preocupantes de mercurio inorgánico en los suministros de agua (15), en las emisiones industriales y los residuos municipales utilizados como fertilizante en cultivos (16). Hasta un cuarenta por ciento de las emisiones de mercurio provenientes de la combustión de hidrocarburos y sesenta por ciento del que viene de incineradores es en forma de mercurio inorgánico (17), y el mercurio que cae sobre el suelo puede exceder de 1  ppm (18). La ingestión individual de mercurio inorgánico puede variar ampliamente, y puede ser mayor de la esperada (19).

            Algunas especificaciones sobre el autismo debería aumentar el interés en el mercurio. Una larga tradición clínica ha evolucionado en el uso de la vitamina B6, y su encima activadora, la B6-kinasa, está totalmente inhibida en concentraciones nanomolares in vitro en el intestino (20). Las formas orgánicas de mercurio tales como el metil-mercurio del pescado y el etil-mercurio como preservante de vacunas (thimerosal) puede también provocar daño intestinal. En primates, el metil-mercurio poduce anormalidades histólogicas de una línea celular intestinal: las células de paneth son engrosadas y empacadas con gránulos secretores (21), y lo cual es reportado específicamente también en los niños autistas (22).

REFERENCIAS

1. May M. Disturbing behavior: neurotoxic effects in children. Environ Health
    Perspect 108(6)A262-7 (2000).
2. Olden K, Guthrie J. Children’s health: a mixed review [Editorial]. Environ Health
    Perspect 108(6) A250-251 (2000).
3. Bernard S, Enayati A, Redwood L, Roger H, Binstock T. Autism: a novel form of
    mercury poisoning. Med Hypoth 56(4):462-471 (2001).
4. Furlano RI, Anthony A, Day R, Brown A, McGarvey L, Thomson MA, Davies SE,
    Berelowitz M, Forbes A, Wakefield AJ, Walker-Smith JA, Murch SH. Colonic CD8
    and gamma delta T-cell infiltration with epithelial damage in children with autism.
     J Pediatr 138:366-72 (2001).
5.  Horvath K, Papadimitriou JC, Rabsztyn A, Drachenberg C, Tildon JT. Gastrointestinal      
     abnormalities in children with autistic disorder. J Pediatr 135:559-63 (1999).
6.  D'Eufemia P, Celli M, Finocchiaro R, Pacifico L, Viozzi L, Zaccagnini M, Cardi E,
     Giardini O. Abnormal intestinal permeability in children with autism. Acta Paediatr
     85:1076-9 (1996).
7.  Goodwin MS, Cowen MA, Goodwin TC.  Malabsorption and cerebral dysfunction:
      a multivariate and comparative study of autistic children.  J Autism Child Schizophr
     1:48-62 (1971).
8.  Bamerjee S, Bhattacharya S. Histopathological changes induced by chronic nonlethal
     levels of elsan, mercury and ammonia in the small intestine of channa puntatus.
     Ecol Environ Safety 31:62-8 (1995).
9.  Bohme M, Diener M, Mestres P, Rummel W. Direct and indirect actions of HgCl2
     and methyl mercury chloride on permeability and chloride secretion across the rat
     colonic mucosa.  Toxicol Appl Pharmacol 114:285-94 (1992).
10. Andres P.  IgA-IgG disease in the intestine of Brown-Norway rats ingesting mercuric
      chloride. Clin Immunol and Immunopath 30:488-494 (1984).
11. Sasser LB, Jarboe GE, Walter BK, Kelman BJ. Absorption of mercury from ligated
      segments of the rat gastrointestinal tract. Proc Soc Exp Biol Med 157:57-60 (1978).
12. Clarkson TW, personal communication.
13. Zalups RK. Intestinal handling of mercury in the rat: implications of intestinal
      secretion of inorganic mercury following biliary ligation or cannulation. J Tox and
      Environ Hlth 53:615-36 (1998).
14. Kostial K, Kargacin B, Landeka M. Gut retention of metals in rats. Biol Trace Elem
      Res 21:213-218 (1989).
15. Mumma RO, Raupach DC, Waldman JP, Tong SS, Jacobs ML, Babish JG, Hotchkiss
      JH, Wszolek PC, Gutenman WH, Bache CA, Lisk DJ. National survey of elements
     and other constituents in municipal sewage sludges. Arch Environ Contamin Toxicol
     13:75-83 (1984).
16. Wang R, ed. Water Contamination and Health, Marcel Dekker, NewYork, 1994.
17. Chang LW, ed. Toxicology of Metals, CRC Lewis Press, Boca Raton, 1996.
18. Windham H, personal communication.
19. Fergusson JE. The heavy metals: Environmental impact and health effects, Pergamon
     Press, Oxford 1990.
20.Srikantaiah MV, Radhakrishnan AN. Studies on the metabolism of vitamin B6 in the
      small  intestine: Part III--purification and properties of monkey intestinal pyridoxal
      kinase.  Indian J of Biochem 7:151-156 (1970).
21. Chen W, Body RL, Mottet NK. Biochemical and morphological studies of monkeys
     chronically exposed to methylmercury. J Toxicol Environ Hlth 12:407-416 (1983).
22. Horvath, et al, ibid.


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